Escalera mecánica


Ayer cuando yo subía las escaleras, la vi a ella bajando y ya no pude seguir con la farsa, es obvio.

La vi acariciando su pelo, su cara, colgando sus brazos alrededor de su cuello, intentando mirarlo a los ojos directamente, sonriendo detrás de su mascarilla; yo no podía verla, pero imaginaba como su boca la formaba.

Inmediatamente dirigí mi mirada hacia él, sus ojos perdidos en el horizonte como quién no sabe qué hace o qué quiere, como quien no buscaba y lo encontraron, como alguien que no quiere, que no quiere querer; sus brazos inmóviles, sin reaccionar a ninguna de sus caricias, sus ojos sin encontrar los de ella en ningún momento. Su desdén absoluto, su hastío.

Me destrozó la imagen, no podía seguir mintiéndome y por un momento me quedé mirándolos, al llegar al piso superior, los miré por última vez; yo he estado ahí, pensé, en ambos he estado, y en ambos la pena es inmensa.



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